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Confianza y Convivencia

Sin confianza no son posibles las relaciones humanas. Sin confianza mutua no es posible la convivencia.

Las relaciones interpersonales están basadas, precisamente, en la confianza, que da por supuesto la benevolencia de los demás hacia mí. La forma más clara de confiar es creer lo que dicen los otros, por ejemplo, el aviso de que se han roto las cañerías de mi casa, o de que el aparato de televisión que voy a comprar es de buena calidad. Tener confianza en alguien, además, es dársela, dejarle hacer lo que él crea que debe hacer, no fiscalizarle, no ser celoso. Confiar es estar seguro de que el otro, el amigo, no me engaña.

La confianza se basa en el respeto y la aceptación de la verdad, y hace presente a ésta es las relaciones humanas. Sin confianza, por supuesto, es imposible convivir. Sin confianza la sociedad se destruiría.

Un alto ejecutivo que dirige varias fábricas en la General Motors, decía hablando sobre gestión de empresas:Oficina Negocios

«no hay más que un secreto cuando se habla del éxito de las relaciones laborales en el mundo empresarial: la confianza, pese a que siempre habrá alguien que abuse de ella».

A la confianza se opone la desconfianza, el recelo, que atribuye al otro un encubrimiento de la verdad y un daño o una amenaza consiguientes para mí: el desconfiado se aleja de aquel de quien desconfía, y levanta un muro infranqueable entre él y el otro. La desconfianza, el recelo destruye el amor y la amistad, porque ahoga la confianza e impide la presencia de la verdad en las relaciones interpersonales. Amar es confiar y ello exige decir la verdad. El amor no miente.

Si vivir tiene sus riesgos, el relacionarse con los demás, el convivir también tiene sus complicaciones. El trato con los otros, admitámoslo, no es fácil. La convivencia, como toda actuación humana es un arte que exige no sólo amor, sino también inteligencia –los dos verdaderos elementos vertebradores de la convivencia-. En el ejercicio de la confianza en los demás, al igual que en la práctica de cualquier otro bien, uno puede- y de hecho ocurre con frecuencia, pasarse o quedarse corto. En el trato con los demás, es necesario conocer a las personas, los objetivos que persiguen, las circunstancias en que se encuentran, etc. etc. El que se fía de todo el mundo demuestra, ciertamente, poca discreción y sensatez. El que, por el contrario, no se fía ni de su sombra demuestra tener incluso menos juicio y comprensión que el que actúa espontáneamente.

Convivir es vivir juntos, con nuestras diferencias, discrepancias, nuestros conflictos de intereses. Tener confianza en los otros, pues, además de una buena dosis de benevolencia con los demás, exige saber discernir con quien, de qué y cómo tratamos a los otros para acertar en el trato con las personas.

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